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El papel, clave para lograr una impresión de calidad

Cuando hablamos de imprimir pensamos en los muchos modelos de impresoras que existen, en las diferentes tecnologías que utilizan, y normalmente también en los consumibles que necesitan y en el precio de los mismos, elementos que son fundamentales para hacer una buena compra, pero descuidamos uno que resulta clave; el papel.

El papel es la base sobre la que se produce la impresión, y si esta no tiene la calidad esperada toda la impresión falla; esta es la razón por la que debemos preguntarnos si realmente estamos realizando un uso óptimo del papel.

No todos los papeles son iguales

Por lo general todos utilizamos de forma mayoritaria papel tipo A4 o A3, pero debemos tener en cuenta que lo importante no es tanto el tamaño, sino la calidad y la textura de la base sobre la que vamos a imprimir.

Así, si por ejemplo apostamos por un papel de bajo gramaje nos encontraremos con láminas muy delgadas que pueden no absorber toda la tinta proyectada por una impresora y obtener un mal resultado final.

También debemos tener en cuenta que, aunque el papel reciclado puede ser una opción interesante para ahorrar y para reducir la huella de carbono de nuestra empresa, debemos utilizarlo con cuidado, siendo conscientes en todo momento de sus limitaciones.

Del mismo modo que seleccionamos en nuestra impresora la calidad que queremos en función de nuestras necesidades (de alta calidad o a modo borrador) es importante que el papel suministrado vaya en concordancia.

  1. Papel normal

    El papel estándar es el que utilizamos en las tareas de impresión habitual, fácil de encontrar y relativamente económico. Sirve tanto para sacar documentos internos y externos como para imprimir texto e imágenes.

    Su relación calidad-coste es buena, aunque debemos buscar siempre que tenga como mínimo un peso de 80 gramos por metro cuadrado, ya que eso nos asegurará que tiene una consistencia aceptable y que aguantará perfectamente los procesos de impresión sin curvarse ni arrugarse y que aguantará bien la tinta.

    Un gramaje muy bajo puede suponer todo lo contrario y darnos problemas graves de impresión y, también, debemos evitar posibles irregularidades en el papel.

  2. Papel reciclado

    Es una opción muy útil para reducir costes de impresión, pero que solo deberíamos utilizar en documentos internos. Los acabados que se consiguen no son adecuados para un trabajo final destinado a cliente y resisten peor el paso del tiempo.

    Antes de comprarlo debemos asegurarnos de que nuestra impresora podrá trabajar con él. Para ello debemos revisar que su gramaje no sea demasiado alto, que su textura sea lisa y que no presenta un acabado irregular para evitar atascos de papel.

  3. Papel fotográfico

    Se utiliza para maximizar la calidad de las imágenes y fotos que imprimimos, lo que quiere decir que el papel fotográfico está destinado a un uso muy concreto, aunque debemos tener en cuenta muchas cosas.

    Lo primero es que es el tipo de papel más caro de los tres, así que debemos limitar su uso a aquellos casos en los que su uso sea totalmente imprescindible.
    En segundo lugar, es importante tener en cuenta la opacidad mínima necesaria para una impresión correcta; que no podamos ver a través del papel es una señal de que estamos ante un material de calidad; de lo contrario la tinta podría atravesarlo y no obtendríamos la calidad esperada.

    También debemos valorar si preferimos papel fotográfico mate o satinado (con brillo), y en este caso revisar el nivel brillo que presenta y que en ningún caso debe ser inferior a 90 sobre 100.

    Finalmente nos queda el gramaje y el calibre, que indica el ancho del papel. Ambos afectan al peso del papel y en general es mejor optar por papeles de mayor peso para tareas de impresión fotográfica, aunque debemos tener cuidado y elegir uno que sea compatible con nuestra impresora.

  4. Diferentes formatos de papel

    Aunque el A4 es el gran dominador de la impresión profesional en determinados entornos también se trabaja con formatos como el A3 o el A5, que tienen dimensiones diferentes. Algo similar ocurre con el gramaje, que debe ir en consonancia con el resultado que buscamos.

    Lo primero que debemos tener claro es que nuestra impresora es compatible con ellos, ya que de lo contrario tendremos problemas que pueden ir desde un simple atasco hasta sobreesfuerzos en los rodillos de la impresora que acaben en una rotura o avería, así que mucho cuidado.

    Por otro lado también debemos buscar ese grosor mínimo que nos asegure que el papel podrá absorber bien la tinta y acomodar la impresión.

¿Qué problemas puede producir un papel inadecuado o de mala calidad?

Un soporte no adecuado implica problemas con la tinta o el tóner, mala legibilidad, fotos con tramas y, en términos generales, resultados muy por debajo de lo que una impresora moderna puede ofrecer.

  • El papel de mala calidad tiene normalmente un gramaje muy bajo, por lo que resulta demasiado delgado y puede causar problemas de enrollado u ondulado en las labores de impresión que acaben interrumpiendo el flujo de trabajo y faciliten los atascos de papel.
  • Las sombras en los caracteres impresos también son un problema habitual, ya que un papel de mala calidad no absorbe adecuadamente la tinta o el tóner. En algunos casos extremos, muy poco frecuentas pero reales, el papel puede llegar a no absorber en absoluto la impresión que se aplica sobre él, lo que deriva en un papel que no muestra una impresión sino solamente un manchado de tinta.
  • Si el papel no tiene una rigidez mínima no se mantendrá estable durante el proceso de impresión, lo que puede provocar que la imagen o el texto salgan torcidos.
  • También es posible que por la mala absorción aparezcan colores poco realistas y poco precisos que no consigan reflejar adecuadamente lo que queríamos imprimir.
  • Un papel de mala calidad puede mostrar caracteres distorsionados, bordes o texto incompleto, colores claros, apagados y/o descoloridos, zonas poco claras o borrosas y manchas y sombras en la impresión, debido a una absorción deficiente del tóner o de la tinta.

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